Soy Carol Archeli Saralegui, propietaria de pescadería Espe, enfermera y postgrado en nutrición y alimentación humana.
Tengo dos pasiones profesionales, el pescado y la salud, creo firmemente que somos, entre otras cosas, lo que comemos y que, como dijo Hipócrates hace muchos siglos, el alimento es nuestra medicina y la medicina es nuestro alimento. Sé, que a través de nuestra alimentación somos capaces de despertar enfermedades y trastornos y también de controlarlos y prevenirlos, y me encanta saber qué hay en cada plato y en cada alimento, que me da y que me quita...y además me encanta comer!!!
Y la niña de mis ojos en este tema, y porque lo llevo mis raíces, es el PESCADO.
Tenemos que hablar largo y tendido de las virtudes del pescado, sus cualidades, sus beneficios para nuestra salud y las mejores formas de cocinarlo para ello, tenemos que hablar de especies, productos...curiosidades, anécdotas y peculiaridades...pero siempre hay que empezar desde el principio, y hoy, toca hacer historia.
Mi preciosa pescadería la abrió mi abuela hace exactamente 80 años. El 23 de febrero de 1938 el ayuntamiento de San Sebastián asignó a mi abuela el puesto número 12 de pescadería del mercado de la Bretxa por 125 pesetas de las de entonces. Ella venía de un precioso pueblo del interior de Navarra, Arbizu, y lo único que conocía del pescado era el carro de madera con pescado casi podrido, y con un gran séquito de moscas, que pasaba por su pueblo de vez en cuando. Cuando las necesidades de la vida le obligaron a emigrar a Donostia y tuvo la ocasión, montó su propio negocio, una pescadería en el Mercado de la Bretxa. Valiente donde las haya y emprendedora sin master ni formación se aventuró en un sector que desconocía en su totalidad, es más, una de las percepciones de mi abuela en su primer contacto con el pescado en Donosti era que no sabía a nada, porque “no picaba”...y de ahí, de ese inicio, hemos comido y vivido ya cuatro generaciones. Ole mi amoñi!!!
De los cuatro hijos que tuvo mi abuela, fue mi madre, Espe, la que tenía claro que a ella le gustaba mucho el negocio y que quería seguir en él. Ya de niña, en sus recreos de la escuela del Castillo, actual Orixe, bajaba al mercado a echarle una mano a mi abuela y a partir de los catorce, cuando terminó sus estudios primarios, se asentó definitivamente en la pescadería con mi abuela y ahí se quedó, toda su vida, hoy en día, más de seis décadas después sigue viniendo a echarme una mano cuando le necesito o a decirme lo que está bien y lo que está mal...madre no hay más que una!!!(y menos mal...jajaja) Coge el delantal y los guantes y con ese garbo que le caracteriza despacha a los clientes con la misma ilusión y sonrisa que el primer día. Da gusto verla!!!
Todo el mundo piensa que el nombre de la pescadería, Espe, es por mi madre, que se llama igual, pues no, no es así, la pescadería ya tenía ese nombre antes de que mi madre naciera. Resultó, que cuando mi abuela cogió la pescadería y se dio de alta en el registro de la lonja de Pasajes para poder comprar el pescado tenía que dar un nombre para identificar su negocio, y, como es normal, quiso dar el suyo, Amalia, pero resulta que ya había una Amelia y aquello podía dar lugar a confusión y se lo denegaron, pues lo intentó con su apellido, Berastegui, y le pasó similar con una tal Berasategui, así que decidió poner a la pescadería el nombre de una de sus hermanas, Esperanza, Espe, ese nombre no estaba cogido y sirvió.
Cuando nació mi madre, años después, quiso el azar que mis abuelos tomaran a la tía Esperanza, hermana de mi abuela, como madrina de mi madre, y por aquellos entonces era muy común que las ahijadas adoptaran el nombre de sus madrinas, así que a mi madre le bautizaron como Esperanza, Espe. Y ya es casualidad, que de todas las hijas de mi abuela, fuera Espe, la tercera, la que se sienta atraída por el negocio, la Espe precisamente…
La vida está llena de casualidades, aunque yo creo que no existen, y como decía Newton, son caminos que toma Dios para hacerse el encontradizo. Pues eso, que otra “casualidad” curiosa de este negocio es su número, el 12. Cuando mi abuela firmó en el registro del ayuntamiento la adquisición de su pescadería le asignaron el puesto número 12 de los decenas de puestos de pescadería que había en aquel entonces, pues bien, sesenta años después, cuando se realiza la obra en el Mercado de la Bretxa y se reestructura a todos sus asentadores son doce las pescaderías que siguen en el proyecto, y hay que enumerarlas, al igual que el resto del mercado, se realiza un sorteo simple de la numeración de los puestos, y voilá!, ¿cual nos toca? El 12!!! Así que si venís a nuestra pescadería y miráis a la izquierda, veréis que luce orgulloso en cerámica y color rojo, ese doce tan bonito que le dieron a mi abuela en los años treinta, testigo de tantas jornadas...
Mi pescadería es familia, es tradición, es trabajo, esfuerzo, ilusión, equipo, raíces, pescado, comida, salud, amistad, relaciones, calidad, olor, sabor, dolor de manos,...y además hierro, mucho hierro!!!
Mi padre, Arsenio Archeli, es calderero (no de la Hungría...pero casi), y desde que se casó con mi madre, al inicio los setenta, y antes, no ha dejado de “poner hierro al asunto”, jajaja..., que si un mostrador, un armario, una estantería, la mesa de trabajo, los ganchos, las bandejas...mi padre todo lo soluciona con hierro, mejor dicho, con acero del bueno, porque mira que pasan años, y agua, y sal...y ahí no hay ni gota de óxido!!! Cuando paséis a vernos, fijaos bien, el metal está por todas partes, limpio, brillante, lustroso...como debe ser!!!
Aquellos años, los cincuenta, sesenta... eran otros tiempos, siempre pienso que la vida era más dura y a la vez más sencilla, al tener menos, se complicaban menos…
Mi madre siempre me cuenta que por entonces, en muchas casa no había frigorífico, y la compra se hacía al día, claro, y los domingos el mercado, las pescaderías, también se abrían, un rato por las mañanas, antes de la misa de 12,00, y “las mujeres” venían sobre todo a por algo de marisco para la paella de los domingos, luego “cerrar, limpiar y a misa”.
El hito de la modernización en nuestro negocio fue la instalación del teléfono, fue uno de los primeros de San Sebastián, recuerdo que al principio teníamos el mismo número en casa y en la pescadería, qué curioso! Y sólo tenía cinco cifras 25355.
Qué moderna mi abuela!!!
Hoy, los tiempos son otros, mejores o peores, según como se mire, pero diferentes, y hay que adaptarse, el teléfono tiene 9 cifras desde hace tiempo, disponemos de Facebook, vendemos por whatsap y tenemos tienda on line.
A veces, entre antxoa, pescadilla y salmonete veo a mi abuela sonreírme, orgullosa y contenta por el camino andado y animándome con su calor a seguir caminando!!!