18/10/2024
MI VIEJO
De las muchas etiquetas que me cautivaron y me acercaron por primera vez al mundo del vino, 3 tuvieron que ver directamente con mi viejo. La primera fue Mapema, un atractivo Malbec mendocino, que el dueño de una vinoteca me recomendó especialmente para la difícil tarea de sorprender a un consumidor sumamente metódico, que solía no cambiar casi nunca de marca ni de bodega.
Además de interesarme mucho el origen de Mapema, me encantó la bota de cuero en la que venía presentado, plus que muy poco después la vinoteca eliminó de su oferta por una cuestión de costos. Para alegría mía (y de mi viejo) tanto la presentación como el vino le encantaron. Y supongo que le llamó la atención que alguien que recién comenzaba a familirizarse con esta bebida, hubiese elegido como obsequio un ejemplar tan desconocido y atípico.
La segunda etiqueta que se instaló en la memoria de mi fascinación inicial por el vino, tuvo como origen un pequeño paraje perdido en la Patagonia, llamado Mainqué.
Allí se había conformado el gran centro de operaciones de Chacra, flamante bodega propiedad de Piero Incisa Della Rochetta (nieto del fundador de Sassicaia) que comenzaba - al igual que yo - a dar recién sus primeros pasos.
La etiqueta en cuestión fue Barda Pinot Noir, entrada de gama de la bodega, cuya reseña leí fascinado en una edición de la revista Clase Ejecutiva, de El Cronista. Recuerdo que no sólo leí y releí varias veces las reseñas de cada uno de los vinos, sino que además me enteré al detalle de cómo Piero, junto a Hans Vinding-Diers (en aquellos años, winemaker de Chacra), había terminado apostando por la Patagonia para elaborar sencillamente los Pinot Noir más increíbles de Sudamérica.
Por supuesto, luego de informarme acerca de las primeras obras de Chacra, el paso siguiente fue conseguir al menos alguna botella, tarea que no resultó nada fácil para alguien que recién comenzaba a descubrir el mundo del vino, y que en paralelo descubriría también su admiración inexorable por esta cepa.
Al igual que Mapema, Barda Pinot Noir fue otro de los regalos elegidos para mi viejo. Pero esta vez la reacción fue distinta. A diferencia del Malbec mendocino, el Pinot patagónico no gozó al principio de demasiados halagos. De hecho, uno de sus primeros comentarios fue "sí, es un vino ligerito". Acto seguido, mi vieja le advirtió: "Alfredo, probá bien el vino que tu hijo lo buscó por todos lados especialmente para vos".
1 hora después quedaríamos todos cautivados por este Pinot Noir casi desconocido, que venía del sur y se presentaba tímidamente con una etiqueta sobria como pocas.
Finalmente, el tercer vino de esta historia.
Pese a que mi viejo era por demás austero y metódico con los vinos que solía adquirir en aquellos tiempos, las 2 etiquetas anteriores lograron irremediablemente expandir el abanico y ambos comenzamos a estar receptivos a nuevas opciones, en un contexto en el que el boom del vino argentino consolidaba también sus primeros pasos.
El entusiasmo por el conocimiento enológico era tal que poco a poco la figura del sommelier comenzó a familiarizarse con los consumidores. Entre esos consumidores me encontraba yo, buscando y buscando nuevas alternativas que me permitieran eventualmente sorprender una vez más a mi padre.
Fue así que durante uno de esos sábados habituales de compras en Jumbo (en los que mi viejo finalizaba la ronda agregando un par de botellas sin dedicarles demasiada importancia), decidí aprovechar la presencia de un hombre vestido de negro con un chaleco llamativo, que iba y venía por las góndolas de los vinos.
Era el sommelier que el supermercado había designado para orientar a quienes, como yo, necesitaban conocer algo más de lo que mostraban a simple vista las numerosas botellas.
Al observar a ese personaje pintoresco - y previamente a que mi viejo se acercara a buscar sus NN (no hace falta nombrar la bodega) -, decidí, sin que se enterara, comprar por mi cuenta algo diferente, que estuviera quizás un tanto dentro de su estilo, pero que a la vez resultara distinto y novedoso.
Ante la interesante variedad de etiquetas que por aquel entonces Jumbo ponía a disposición de sus clientes, mi primer impulso fue mirar entre los llamativos Pinot Noir. Estuve a punto de elegir algún entrada de línea que no hubiese probado, hasta que el sommelier se acercó y me preguntó si podía ayudarme.
Le conté que mi idea era sorprender a mi viejo con un vino algo clásico, que no resultara muy costoso y que fuera capaz de destronar a los NN (que ya a esa altura él continuaba comprando mucho más por metódico que por satisfacción garantizada).
El sommelier sonrió, miró unos segundos las góndolas y me dijo: "Llevale esto a tu viejo. Es un poco más caro, pero le va a gustar. Y si no le gusta, el sábado que viene yo te regalo el NN".
El vino que el sommelier tenía en la mano era un Don Nicanor Blend, sobrio ejemplar que yo no había incluido en mi radar pero que me impactó de entrada por su estética seria y casi misteriosa.
Durante los primeros años de la década de 2000 (y hasta 2021), la línea Don Nicanor de Nieto Senetiner se caracterizó por una estética minimalista y a la vez contundente, caballeresca y señorial, en la que el vidrio desnudo de la botella apenas era interrumpido por una muy pequeña etiqueta en la parte inferior, más el clásico (y hermoso) logotipo ovalado, de metal, en la parte superior.
Afortunadamente, no hizo falta ir a buscar 7 días después el NN que me había prometido el sommelier. Don Nicanor Blend iba tan bien con el estilo de mi viejo que durante los siguientes y numerosos sábados, 2 o 3 botellas estuvieron aseguradas dentro del carrito.
Tiempo después, y casi sin darnos cuenta, continuó consolidándose cada vez más el silencioso pero imprescindible trabajo de entrenamiento del paladar.
Graciosamente, mi viejo jamás dejó de lado su mecanismo metódico, pero sí decidió permitirse adaptar el metodismo a cosas cada vez más interesantes. Y, por supuesto (¡y afortunadamente!), nunca más volvió a comprar un NN.
Por mi parte, y aún sin saberlo, había iniciado junto a mi viejo el valioso y enorme camino de aprendizaje previo al nacimiento de Vinoteca Argentina, un proyecto hermoso y absolutamente enriquecedor, ganador 4 años seguidos de las medallas Wine-Searcher a la Mejor Carta de Vinos de este país.